Todavía estoy bajo la emoción que sentí ayer en la marcha en homenaje al fiscal Niman y me acuerdo de muchos momentos en que los ojos se me llenaron de lágrima. Como cuando pasé junto a una viejita que sostenía un par de velas encendidas y, con la mano libre, la protegía de la lluvia. Fue muy lindo iniciar la marcha con otros socios del Club Político Argentino (nos habíamos citado en Uruguay y Bartolomé Mitre) aunque en el camino nos fuimos dispersando. Otro momento conmovedor fue cuando los familiares y los fiscales llegaron a la Plaza de Mayo y se cantó el himno. A las 8 y media, mientras caminábamos por Belgrano hacía Entre Ríos buscando alguna manera de volver a casa, sentí que esas tres horas me habían devuelto a una Argentina libre de la violencia y la agresión, donde centenares de miles de personas podían coincidir en una manifestación pacífica y esperanzada. Ojalá no haya sido un espejismo.